En la calle Hipólito Yrigoyen 1201, en el barrio de Monserrat, se encuentra una de las joyas de la Ciudad. El Restaurante El Imparcial, la primera casa de comidas de la ciudad, que funciona desde el año 1860 y que este miércoles fue destacado como sitio de Interés Cultural de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires por la Legislatura porteña. Presente en el acto conmemorativo estuvo el Vicejefe de Gobierno Diego Santilli, quien colocó una placa de mármol que lo distingue como ” el más antiguo de la ciudad”.
Fundado por el inmigrante español Don Severino García, quien compró un solar de la calle Victoria en 1860 y luego mudó el restaurante a Bernardo de Irigoyen e Hipólito Yrigoyen, para luego ubicarse definitivamente en el espacio que hoy ocupa. Luego de ser reconstruido, debido al derrumbe del Hotel Victoria, la sociedad cambia de manos y pasa a ser dirigida por Joaquin Barreiro González, en 1969.
Pero quizás la parte más interesante de su historia se encuentre en el significado de su nombre. En sus inicios, y debido al agite político que se vivía en España con el arribo de Franco al poder, El Imparcial fue justamente eso, un espacio donde franquistas y republicanos tenían prohibido discutir sobre política y religión, con la amenaza de ser expulsados de por vida del lugar si mencionaban uno u otro tema.
Su dueño de ese entonces los invitaba, si eran franquistas fanáticos, a reunirse en el bar Español, lindante a El Imparcial. Si por el contrario eran republicanos de pura cepa, su cuartel de operaciones se ubicaba en el Iberia.
Este nuevo reconocimiento de la Ciudad se suma a los varios que ya cosecha el restaurante. Y es que después de 150 años, el restaurante más antiguo de la ciudad fue visitado por personalidades destacadas del espectáculo, la política, el deporte y el arte, tanto nacionales como internacionales. Fue testigo de las transformaciones del país y por sus mesas pasaron generaciones de familias que siempre destacan lo mismo: la identidad gastronómica que nunca perdió, y que sigue siendo la misma con la cual se agasajaba a los comensales desde el año 1860. Una tradición que sigue hoy en día y que aseguran sus nuevos dueños, es su insignia para continuar en pie y sobreviviendo a cada crisis económica que acontece en la Argentina.